A quinientos cincuenta kilómetros de Santa Cruz de la Sierra y a doscientos treinta y seis kilómetros de la ciudad de Tarija, vive, trabaja, suda y escribe su historia a su manera el municipio chaqueño de Caraparí, la capital del gas. En los días de gloria de los precios del gas, se generó un flujo millonario de dinero a las arcas públicas de las primas hermanas Yacuiba, Villa Montes y Caraparí que conviven en la provincia Gran Chaco de Tarija.
Ahí, donde reina el abrumador sol en verano y el frío que cala hasta los huesos en invierno, Gonzalo López hizo la investigación periodística sobre el destino de las regalías petroleras y el Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) asignados a Caraparí en la primera década de la llamada nacionalización de los hidrocarburos. Rostros, voces oficiales y de viudas del poder, historias de personajes y viajes por más de treinta y tres mil kilómetros en la ruta Santa Cruz – Caraparí – Santa Cruz, ayudaron a armar el rompecabezas de la investigación que abrazó la metodología cualitativa y que le permitió a López obtener su título de Magister en Comunicación Periodística por la Universidad Evangélica Boliviana.
En el proceso, recurrió a las herramientas no convencionales del periodismo de investigación, del periodismo narrativo y del periodismo de datos. El periodismo de datos, a través del Data Mining, le permitió el hallazgo de frutos valiosos en los registros del Sistema de Contrataciones Estatales (Sicoes) referidos a la ruta que siguió el dinero público del gas a través de los contratos que rubricaron la Alcaldía y la Subgobernación.
La revisión documental, bibliográfica y trabajo de campo desnudó que las autoridades carapareñas no lograron saldar por completo la deuda social con el pueblo en indicadores como la pobreza, educación, salud, agua potable, energía eléctrica entre otros. Tampoco pusieron en marcha un proceso de industrialización que apunte a dar valor agregado a la producción agrícola y pecuaria pese a haber tenido el tiempo, las leyes y los recursos suficientes.
El dinero fue destinado a llenar el estómago de los carapareños del campo con regalos de animales, semillas y satisfacer sus necesidades con servicios subvencionados de maquinaria agrícola. El otro capítulo que se priorizó fue la construcción de carreteras troncales y vecinales con pavimento rígido. Las calles y avenidas de la mancha urbana fueron forradas con cemento.
Por la crisis del precio internacional del petróleo que se agudizó a partir de 2015, en la agonía de la bonanza, los hombres tuvieron que cambiar zapatos y botines por las ojotas para volver a sus chacos a sembrar semillas y criar animales. Después de diez primaveras económicas consecutivas, Caraparí no consiguió romper su dependencia del modelo rentista del gas. La población aún espera que eso suceda con las ventanas de sus casas abiertas por donde entra el ardiente resoplido del sol.