REPORTAJE
Por: Silvana Cuellar
El reloj marca las cinco de la tarde y la sala de espera aún está llena, son los pacientes enfermos del riñón que aguardan su turno para realizar la hemodiálisis. Gente adulta, jóvenes, niños, mujeres y hombres, sin distinción de género y edad acuden día por medio al Instituto del Riñón de la ciudad de Santa Cruz.
En la sala uno, postrada en una camilla y conectada a una pequeña máquina que permite que su sangre fluya a través de un filtro especial que elimina los desechos y líquidos innecesarios de su organismo, se encuentra Vivian Vargas, una joven de apenas 32 años de edad a quien le detectaron la enfermedad de lupus y a raíz de ello padeció de insuficiencia renal, la cual llegó a afectar sus riñones. “Me dieron un promedio de vida entre cinco y diez años, me han dicho que si o si necesito de un trasplante”, señala.
Vivían forma parte de las personas en lista de espera. Ocho son las pruebas que le han realizado y ninguna fue compatible hasta el momento, aun así mantiene viva sus esperanzas de que suceda un milagro y un día de estos la llamen para decirle que ya hay un riñón donado, pues sus familiares y amigos no pueden ser donantes, al no ser compatibles.
“La vida de uno cambia totalmente, son cuatro horas que uno tiene que estar aquí, tiempo que pierdes de estar con tu familia o estar trabajando. No vuelves a ser el mismo. Es duro asimilar que uno tiene la enfermedad y que tienes que depender de una máquina mientras aparece el riñón donado, sin embargo yo trato de hacer mi vida normal porque si uno se deprime, se muere”, manifiesta.
Sabe que la donación es algo difícil de asimilar, pero las personas –según indica- deben crear mayor conciencia y darse cuenta que puedan estar salvando vidas. “Todos merecemos una oportunidad, la donación es un regalo que no te precio”, sostiene.
Testimonio de Vivian
En Bolivia, datos estadísticos del Ministerio de Salud señalan que en 2015 las patologías renales se incrementaron en un 68 por ciento en la tasa nacional, desde 2010; y que cada año se registran más de 3.000 casos en todo el país. Alrededor de 800 personas requieren de un trasplante renal.
Una manera de paliar la situación de los enfermos renales es el trasplante de riñón, mismo que se logra solo a través de la donación de un donante vivo o cadavérico. Es por ello, que desde los distintos niveles de gobierno, nacional y departamental, se vienen impulsando una serie de políticas e iniciativas en pro de este acto solidario.
Campaña de donación
En Santa Cruz, el Servicio Departamental de Salud a través de la Coordinadora Regional de Trasplante desde el 2007 viene afrontando una campaña de donación procedente de pacientes con muerte cerebral a través de charlas educativas y participación en ferias de salud.
La donación por muerte cerebral, consiste en una declaración de voluntad y no en un acto de obligación legal, pues en Santa Cruz y en Bolivia no existe una ley de donantes, y en caso de un paciente con muerte cerebral son los familiares quienes deciden o no la donación.
Hasta el momento ya se tienen registrados 40.000 donantes voluntarios de órganos en caso de muerte cerebral. Oficialmente en lista de espera tanto para trasplante renal y hepático se encuentran 65 personas, según informa la Coordinadora Departamental de Trasplante, Patricia Dávalos, para quien la información y la educación constituyen una pieza fundamental para empezar a crear una cultura en cuanto a la donación de órganos.
Salvando vidas
En el 2000 Ana (nombre ficticio, pues la entrevistada no ha querido dar a conocer públicamente su caso) pasó por un momento difícil y, especial a la vez, cuando su hermano necesitó de un riñón a raíz de un problema de insuficiencia renal y diabetes que padecía, y ella decidió donarle uno de sus riñones.
La situación en ese entonces, según relata, era bastante difícil ya que los costos de operación en el país superaban los treinta mil dólares y tuvieron que viajar a México para realizar el trasplante, y de esta manera poder alargarle la vida a su hermano por siete años más. El tratamiento lo siguió en Bolivia, pero aun así requirió de un segundo trasplante al cual ya no pudo resistir y falleció.
Pese a todos los esfuerzos por mantenerlo con vida, Ana jamás se arrepintió de haberle donado una parte de ella, “pues es lo menos que puedes hacer por la persona que amas”, manifiesta.
La vida de un donante “sigue siendo normal con las debidas precauciones y cuidados que se tienen que tener”, asegura. Ana es un testimonio de ello y hoy su vida trascurre como cualquier otra persona: trabaja, es madre de familia, tía y abuela.
Donante
Desde 1992 en Santa Cruz se vienen realizando trasplantes de riñón. El doctor Roberto Barbery forma parte del primer equipo médico que hasta al momento ya ha trasplantado a 450 personas con resultados ‘muy favorables’, pues la supervivencia al primer año de trasplante es cerca del 90% e incluso se tienen pacientes que ya llevan más de 20 años trasplantado y con una funcionalidad del injerto todavía óptima.
“La población de enfermos renales actualmente se ha incrementado bastante y sigue en aumento” resalta Barbery al indicar que en el Instituto del Riñón se tienen a más de cien pacientes haciendo diálisis, muchos de ellos con posibilidad de ser trasplantados y no existen donantes.
“Nosotros somos de los países que menos donamos, en otros, como en el caso de Argentina por millón de habitantes se tienen cerca de 23 a 24 donaciones, y aquí no se llega ni a una o dos, estamos muy lejos”, señala.Barbery manifiesta que la única solución es crear mayor conciencia en la población.
Un ejemplo de Vida
Hace 22 años, Rodrigo Rojas recibió la amarga noticia que era candidato a trasplante. Un problema nefrótico (condición que causa que los riñones dejen escapar proteína de la sangre en la orina) hizo que sus riñones ya no funcionen y requiera pronto una intervención para poder sobrevivir.
El primer trasplante fue de un donante cadavérico, el cual fue rechazado por su organismo debido a una hepatitis medicamentosa que le vino luego de ser trasplantado. A los siete años nuevamente es operado, esta vez el donante es una familiar, no hay rechazo, y desde entonces lleva una vida igual que los demás.