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REPORTAJE

Por: Josué Vaca Flores

La agricultura boliviana se ha centrado cada vez más en la producción de cultivos de exportación, principalmente la soya. Esto inauguró un nuevo modelo de producción que es tóxico para nuestros suelos. Como consecuencia, actualmente la deforestación ha avanzado bastante en el país, la calidad de los alimentos que consumimos ha disminuido y los costos de importación de alimentos que antes cultivábamos nosotros han ido aumentando.

Avance de la deforestación

Sin duda alguna, la deforestación es el problema más preocupante, ya que trae consigo una serie de consecuencias que se están haciendo cada vez más notables en el país.

La deforestación es la eliminación completa de carácter permanente o temporal de los bosques y su reemplazo por usos no forestales de la tierra, según lo define la institución boliviana Productividad Biósfera Medio Ambiente, conocida como Probioma.

En Bolivia, la principal causa de la deforestación es la ampliación de la Frontera agrícola, es decir, la habilitación de tierras para actividades agropecuarias. El crecimiento de esta frontera ha sido muy notable los últimos 30 años. Mientras que en 1984 la cantidad de hectáreas destinadas a estas actividades era de 920 mil hectáreas, para 2019 la cifra ha aumentado a 3,86 millones de hectáreas. La razón de que se hayan habilitado tantas tierras para el cultivo radica en la instauración de una nueva visión de nuestra agricultura, la exportación.

En palabras del ingeniero agrónomo Antonio Sanjinez, de Probioma, “antes de 1985 había una visión de la agricultura que era muy orientada hacia el mercado interno, el periodo Nacionalista”, sin embargo, desde el año 1985, en la presidencia de Víctor Paz Estenssoro, comienza el periodo Neoliberal, “que cambia la orientación de la agricultura hacia una agricultura de exportación”, cuyo producto estrella es la soya.

Como existe la necesidad de producir más rápido y en mayor cantidad para poder exportar, los productores han implementado los monocultivos, que son plantaciones de gran extensión del cultivo de una sola especie. En el caso de Bolivia, según explica este experto de Probioma, estos monocultivos se han implementado principalmente para cultivar soya en el oriente y Quinua en el occidente, pero recalca que el primero es el que ocupa la mayor cantidad de los suelos de cultivo en el país.

Los monocultivos aceleran la deforestación

Refiriéndose a los monocultivos, el ingeniero Sanjinez resalta que estos requieren de una gran cantidad de agroquímicos; “cuando hablamos de agroquímicos hablamos del uso de fertilizantes sintéticos y también de pesticidas”, explica. Estos son utilizados para eliminar malezas, insectos, hongos y otros microorganismos que perjudican el cultivo.

Sin embargo, en palabras del investigador, estos agroquímicos también “matan microorganismos que son útiles para los suelos, provocando a la larga una pérdida de fertilidad de los mismos”. Al suceder esto, la tierra queda deforestada y los productores se ven en la necesidad de cultivar en nuevas tierras y continuar con este uso no sostenible de los suelos.

Las consecuencias de la deforestación

La deforestación atrae serias amenazas a nuestro medio ambiente. Antonio Sanjinez advierte que “este modelo está, cada vez destruyendo nuestra propia capacidad de producción, porque destruye nuestros bosques y al destruir los bosques está destruyendo el factor más importante para la agricultura y ganadería que es el servicio que brinda los bosques de tener un clima equilibrado”. Este desequilibrio del clima, añade, ha provocado grandes inundaciones, y sobre todo, incendios.

Este experto de Probioma asegura también que esta deforestación ha provocado largas sequías en el país, y que estas sequías han dado las condiciones para los incendios forestales que ocurrieron en el país en 2019 y que resultaron en la quema de más de 4 millones de hectáreas  según datos de la Fundación Amigos de la Naturaleza. Un problema que parece estarse repitiendo en el presente año, en el que “se han sumado otras regiones como Vallegrande, Postrervalle, Moro Moro, que están ahora sufriendo incendios atípicos”. Todo esto relacionado con la gran extensión que abarcan los cultivos de soya actualmente.

La diversidad de los cultivos se ve afectada

Otra consecuencia importante de este nuevo modelo de producción es la pérdida de la diversidad en los cultivos. Como lo ilustra el cuadro anterior, hace 35 años atrás el panorama era el siguiente: El 51% de las tierras destinadas al cultivo, pertenecía a los cereales, entre los cuales se encuentran el trigo, el maíz y el arroz, alimentos importantes en la dieta de los bolivianos. El 12% a las oleaginosas e industriales, aquí se encuentran la soya, la quinua, la caña, entre otros. El 17% a los tubérculos y raíces, entre los cuales resalta la papa. El 7% a las frutas, 6% para las hortalizas y 8% para forrajes y estimulantes.

Sin embargo, para 2019, las oleaginosas e industriales desplazaron a los cereales como los principales cultivos del país, ocupando el 45% de la superficie agrícola, lo que, teniendo en cuenta el tamaño de la frontera agrícola actual, equivale a 1,74 millones de hectáreas.

Bolivia se ha convertido en un país importador de alimentos.

Otro investigador que lleva años estudiando y promoviendo la biodiversidad en el país, y que actualmente es director de PROBIOMA, Miguel Ángel Crespo, advierte sobre las consecuencias de producir cada vez más soya y desatender a los demás cultivos.

Crespo declara que actualmente Bolivia está importando alimentos de otros países con un valor de 700 millones de dólares, y que como consecuencia la economía del boliviano se destina en un 63% a la compra de alimentos, a diferencia de países como Estados Unidos, o países europeos e incluso latinoamericanos, que invierten entre 10% y 30% de sus ingresos a estos insumos, “encima que tenemos los ingresos más bajos del continente”, sentencia.

En el cuadro anterior se puede notar el aumento en los costos de importación. Mientras que en el año 2000 pagábamos 294 dólares por tonelada de alimentos y bebidas, para 2019 este precio se ha elevado a 861 dólares por tonelada, es decir, pagamos casi el triple por la misma cantidad de alimentos.

Y esto sucede porque los productos que antes se cultivaban en el nuestro territorio, hoy tienen que ser traídos de otros países, como es el caso de la papa, un cultivo representativo de la zona del altiplano del país, que hoy se tiene que comprar de Argentina, Perú y Chile, por haber sido desplazada por la Quinua en el occidente.

Y de esta forma sucede con otros alimentos como las frutas, o el mismo trigo, que tiene que ser traído de Estados Unidos o Argentina, señala Miguel Crespo, quien añade que el 70% del trigo que consumimos es importado. Pero lo que más lamenta este investigador, es que “los alimentos importados no nutren, son alimentos que llenan, elaborados en base a saborizantes, aromatizantes y colorantes,  que están en los supermercados, tiendas de abarrotes, pero que son productos que no alimentan».

Todo esto ha repercutido en la salud de los bolivianos, ya que según comenta Crespo, “el 24% de la población boliviana es subnutrida, mal alimentada, porque los alimentos que consumimos son pura comida chatarra.”

Sin embargo, el investigador explica que en esta última época, se ha dado una explosión de gente que quiere tener su huerto familiar, lo que les permitirá tener alimentos más sanos y a costos bajos. “Para nosotros ha sido una sorpresa agradable ver que en la Chiquitanía y en el Chaco todos quieren tener su huerto ecológico, porque han visto que los mismos médicos recomiendan comer ensalada para tener un sistema inmunológico fuerte y para enfrentar esta pandemia (Covid-19) y otras enfermedades, además de que es una manera de tener auto sustento en una situación tan difícil.”

Para culminar, el director de Probioma señala que la mejor alternativa a los monocultivos y a este uso no sostenible de los suelos es la agroecología, “la diversificación de los cultivos, pero desde una perspectiva ecológica y sin usar químicos”. Asegura que “en una hectárea se pueden tener 38 cultivos o más, podríamos ser un país autosuficiente y exportar más bien con valor agregado”. Sin embargo, lamenta que eso no es lo que está viendo el Estado y los empresarios, que solo ven el negocio y promueven solo la exportación, que lo único que deja está dejando es un país deteriorado.

 

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