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REPORTAJE

Por: Eduardo Dabdoub, Josué Salazar y Daniel Osinaga.

Noviembre, 2015

La preocupación es diaria para Elvya Céspedes por lo que le toca sobrellevar. Es la encargada de la limpieza en una unidad educativa en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, tiene 44 años, está casada y es madre de cinco. Cada mes por el trabajo que realiza recibe 1.656 bolivianos, el salario mínimo que se paga en Bolivia. Elvya siempre se muestra alegre y optimista. “He aprendido a sobrellevar la situación”, dice con la cabeza en alto, respecto a lo que significa lidiar con un sueldo como el suyo y el de su esposo –que también es el mínimo- para la manutención de una familia numerosa.

Desde hace una década cada vez que el gobierno decretaba un nuevo incremento en el salario mínimo, Elvya era feliz. Poco a poco se dio cuenta que el aumento no significaba una mejoría, porque los productos de la canasta familiar también subían.

“Tiene su parte buena y mala. Con el aumentito uno puede comprarse más cosas que tienen un precio fijo, y que aunque suben no lo hacen tan de golpe”, dice Elvya. Siempre sonriente y con una mirada atenta, señala que hay productos básicos que el gobierno no permite que suban, lo que es beneficioso por el aumento del salario. Pero también, “hay otros productos que aumentan de precio con el incremento salarial y al final resulta lo mismo”, indica.

Desde el 2005 hasta la fecha, el salario mínimo en Bolivia ha tenido un incremento importante. El aumento en una década es de aproximadamente el 380 por ciento, de acuerdo a fuentes oficiales.

Para la trabajadora doméstica, Hada Arce Chávez –de 49 años de edad-, no hay diferencias. Ella gana un promedio de 900 bolivianos por mes. “El aumento salarial solo ayuda al gobierno y no a los más necesitados”, señala. Hada es una de las 49 personas, entre 62 entrevistadas, que forman parte de este trabajo periodístico, que no creen que el incremento del sueldo sea beneficioso.

  • La gente opina acerca de cómo es lidiar con un sueldo básico en relación a los precios de la canasta familiar y otros productos de consumo.

“Este aumento salarial que permite comprar lo mismo que antes y que no representa una diferencia notoria, se explica mediante la inflación”, señala Carlos Schlink, secretario de Hacienda de la gobernación cruceña. “La inflación es el aumento generalizado de los precios en el tiempo, lo que ocasiona la pérdida de poder adquisitivo del dinero de los consumidores. Es decir que con la misma cantidad de dinero se compran menos productos que en un contexto no inflacionista. Si la subida de los precios no se ve compensada por un incremento en los salarios, tendremos más dificultades para llegar a fin de mes”, explica el economista cruceño.

  • El significado de la inflación en imágenes: 

Según datos de la Fundación Milenio, el aumento del salario mínimo es mayor en relación al aumento de la inflación en los últimos años, por lo que la mejora de familias como las de Elvya debería, al menos, ser notoria.

Desde el 2014 el crecimiento del sueldo es de 143,61 por ciento, mientras que la inflación ha subido un 63 por ciento. Existe un margen suficiente para un progreso importante que algunas personas no advierten.

Elvya no ve gran diferencia entre el salario mínimo de ahora y el de hace 10 años. Puede ser que no la vea porque el Índice de Precios al Consumidor (IPC) fue modificado el 2008, para aparentar una inflación más baja, según la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia (CEPB).

El IPC es el factor que mide cada mes los productos de la canasta básica familiar, y mediante el cual se puede medir la subida de los precios o la inflación. Esta variación en la ponderación del IPC disminuyó la relevancia de alimentos y bebidas del 49 al 39 por ciento, siendo estos los productos más relevantes para personas de escasos recursos. Además, la CEPB señala que se aumentaron productos que no son de la canasta familiar y que impiden hacer notar la inflación real.

“Se dice que la inflación es el impuesto de los pobres porque ellos son los más sensibles a la disminución del poder adquisitivo de la moneda y ven disminuida su capacidad de compra. El margen entre el aumento de sueldo básico y la inflación es muy pequeño, y deja muy pocos beneficios”, explica Schlink. La inflación impide que las personas de escasos recursos noten un verdadero aumento salarial, porque lo que reciben es simplemente un reajuste y no un verdadero incremento.

“No me puedo dar lujos. Es casi lo mismo que nada este aumento. A ningún restaurante puedo ir. Con lo que gastaría en una noche en un restaurante puedo comer una semana entera con mi familia”, cuenta Elvya.

Ella también señala que casi nunca puede darles recreo a sus hijos. “Prefiero prepararles un sándwich de huevo o queso antes que darles recreo”. Cuando puede les da 50 centavos a cada uno.

  • Elvya cuenta el destino que tiene su salario mínimo y las necesidades que debe sobrellevar para mantener a su familia.

Elvya sabe que aunque es un sueldo pequeño y necesita tener uno mejor, los salarios son asignados de acuerdo a la actividad laboral, a la antigüedad, la situación de la empresa, las ventas, utilidades y más factores que no le permiten llegar a fin de mes un poco más tranquila. “El sueldo depende del trabajo”, afirma resignada. Ella sabe que lamentablemente el suyo no es por el que pagan miles de bolivianos.

El economista Carlos Hugo Barbery explica que no se debería juntar el nivel de los precios con el nivel de los salarios. “Una empresa paga por productividad que el empleado le ofrece a esa institución”. Barbery agrega que “si se deja de lado la productividad para determinar el salario, el rendimiento en la función del trabajador será menor y por ende menos productiva, porque se sabrá que aunque trabaje bien o mal, siempre recibirá el mismo sueldo”. El economista reflexiona respecto al salario mínimo y afirma que este, en cualquier parte del mundo, es una referencia y no una obligatoriedad. Es decir, puede ser poco pero está relacionado con la productividad.

Elvya sabe que cada mes recibe lo mínimo, pero ella se muestra optimista y con un conformismo que ya es parte de su vida. “No he muerto de hambre. Si me falta un kilito de carne para toda mi familia, lo puedo complementar con garbanzo, arroz o con cereal. Por no tener plata a fin de mes, no me voy a morir”, concluye Elvya.

El reportaje multimedia fue elaborado por estudiantes de la materia de Periodismo Digital, de la carrera de Comunicación Social, de la Universidad Evangélica Boliviana.

 

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