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6:00 am. El Servicio General de Identificación Personal (SEGIP) inicia la atención al público. En la fila se encuentran alrededor de cien personas, algunas están desesperadas por ser atendidas, los rostros denotan cansancio y preocupación. Aclarece lentamente el día.

Sabino Paye es el noveno de la fila. Es un hombre sencillo, sus manos y pies reflejan el esfuerzo que realiza en el campo, tiene 68 años y una mirada tierna. Sabino Paye viaja a la ciudad en pocas oportunidades, esta vez vino a obtener su cédula de identidad. Sabino llega acompañado por su hijo Juan Carlos, el menor  de seis.

Sabino quiso renovar su carnet a los 54 años. “Le dijeron que otra persona tenía su número y que debía contratar un abogado. Ese trámite le costaría como trescientos dólares, eso es mucho dinero, que no teníamos. Han pasado catorce años de esa fecha. Mis tíos vinieron a la ciudad no hace mucho, le dijeron a mi padre que ahora es gratis el trámite y que no dura mucho tiempo, por eso vinimos”.

Sabino es callado, está atento a las explicaciones de su hijo, su único objetivo es contar con su cédula.

Lo que preocupa a Sabino es no poder cobrar ni su bono de Renta Dignidad.

El Servicio General de Identificación Personal SEGIP inició un saneamiento masivo de datos. Se tiene 2,4 millones de registros de personas con inconsistencias; de éstos, 1,75 millones se encuentran con errores de transcripción y ortográficos, que determinan emisión de documentos de identidad incorrectos. Los restantes 630 mil registros corresponden a personas que comparten el mismo número de documento de identidad (alrededor de 300 mil números duplicados, triplicados y, en el caso extremo, asignado a más de 24 personas). Sabino Paye es uno de las 300.000 personas con cédulas duplicadas.

Jacinto Sipayabe es el vigésimo noveno en la fila, es un hombre grande y fuerte. El personal de SEGIP le pide su número de cédula y responde con la cabeza gacha y con vergüenza: “Nunca tuve carnet, mis padres no sacaron mi certificado de nacimiento, siempre he vivido en el monte y ahí no se necesita documentos, ahora tengo 37 años, viajé a la ciudad para sacar mi carnet”. El funcionario le explica los requisitos para la obtención de la cédula.

Los ciudadanos adultos que no tuvieron su cédula por diferentes circunstancias, presentan su certificado de nacimiento y firman la declaración jurada donde afirman que nunca tuvieron una cédula de identidad. Una vez ingresado el trámite al área legal, se procede a la cedulación del ciudadano.

Son las 9:30 am. Afuera está fuerte el sol. Adentro, cientos de ciudadanos han llegado con los requisitos solicitados, se encuentran cómodamente sentados con aire acondicionado, documentos y ticket en mano, esperando su turno en oficinas del Servicio General de Identificación.

Amanda Jucumari es el número 315 en la fila, llega junto a su bebé de ocho meses, su rostro refleja angustia y preocupación. Tímida a las preguntas que le realizan, responde: “Ayer partí y llegué temprano para sacar mi carnet. Me he perdido, la ciudad es muy diferente a mi pueblo, los autos corren, casi me pisan. Vengo desde más adentro de San Javier, quiero sacar carnet también para mi bebé”.

A media mañana, Sabino Paye y Jacinto Sipayabe recibieron sus documentos y salieron satisfechos del SEGIP, orgullosos de portar su cédula. Sus viajes valieron la pena.

Ha oscurecido. Son las 7:00 pm, concluye la jornada, pero Amanda Jucumari no retornó con los requisitos, no tuvo la suerte de los demás ciudadanos, sigue siendo parte del 23% de la población de Santa Cruz que no cuenta con cédula de identidad.

 

Esta crónica se elaboró en el marco de la Maestría en Comunicación Periodística UEB-UNESCO.

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