Skip to main content

REPORTAJE

Por: Rudy Ortiz

Son las tres de la mañana y Claudia López -nombre ficticio, de 38 años- está en la lavandería de su casa refregando la ropa. Su deseo por ordenar y controlar todo puede más que el sueño o la sensatez. Lavar ropa a la madrugada o la falta de sueño son parte de su comportamiento cuando no ingiere sus medicamentos.

La fluoxetina la utilizan como relajante muscular.

Claudia tuvo una pre-embolia a los 21 años y, a raíz de ese evento, se desencadenó en ella el trastorno de ansiedad.

Este es un trastorno que cada vez se hace más común en las sociedades del mundo, junto con la depresión y el trastorno obsesivo compulsivo. La Organización Mundial de la Salud indica que en 2020, los trastornos mentales representarán aproximadamente el 15 por ciento de la discapacidad a nivel global. En las próximas décadas, los países en vías de desarrollo serán testigos de un incremento desproporcionado de la carga atribuida a trastornos mentales.

Ese es el panorama. En algunos años, serán más las personas que padecerán de algún trastorno, y uno de ellos es la ansiedad. Por ello, es importante conocer este mal, sus características y la manera de curarlo o manejarlo.

El alprozalam es utilizado para calmar dolores de cabeza, entre otras cosas.

«No existe una edad específica para el inicio de ansiedad, pero puede desarrollarse en la niñez”, apunta Mauro Bacarreza, médico psiquiatra. Bacarreza realizó un estudio en el Hospital Psiquiátrico de la Fundación Centro De Salud Mental, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, y tuvo como resultado que muchos de los trastornos de la ansiedad empiezan en la infancia por algún acontecimiento importante y que luego se manifiestan en la edad adulta.

“Un motivo relevante puede ser el divorcio o abandono de los padres o de alguno de ellos. Eso puede producir ansiedad en los niños y se manifiesta en el descuido en la parte académica o en su comportamiento, es decir, se vuelven rebeldes”, explica el psiquiatra. En los niños este trastorno se revela en su conducta, mientras que en los mayores se presenta de manera biológica.

Claudia termina la refriega y ya son las 3.30 de la mañana. El día anterior evitó consumir una cuarta parte de la tableta Alprozalam que le recetó su médico. Ahora dormirá, o al menos intentará hacerlo, porque en unas horas más debe ir a trabajar. Es maestra de escuela.

Cuando ella tenía 21 años y el psiquiatra la atendió, le detectó un cuadro de ansiedad y depresión. Le recetó, además del alprozalamfluoxetina.

Según portales digitales especializados en salud mental, el alprozalam se usa para tratar los trastornos de ansiedad y el trastorno de pánico (ataques súbitos e inesperados de miedo intenso y la preocupación que dichos ataques generan). El alprazolam pertenece a una clase de medicamentos llamados benzodiacepinas y actúa disminuyendo la excitación anormal del cerebro. La fluoxetina se usa para tratar la depresión, el trastorno obsesivo compulsivo y algunos trastornos de la alimentación y ataques de pánico.

“Dejé de tomar los medicamentos cuando me embaracé, a los 23 años, después continué con el tratamiento. Sufría mucho de dolores de cabeza, no podía dormir, me desvelaba. La fluoextina es un relajante muscular, eso me ayuda a tranquilizarme. El alprozalam me ayuda a dormir, me calma el dolor de cabeza, pero me dijeron que puede causar adicción, por eso a veces no lo tomo”, señala Claudia. Ambos remedios sólo los puede comprar con receta médica, por ello visita a su psiquiatra una vez al mes para tener la autorización correspondiente.

La ingestión de estas medicinas es lo único que le recetó el psiquiatra, es decir, no lo complementa con nada más.

Bacarreza explica que existe tratamiento para combatir la ansiedad y depresión. Éste se compone de la farmacoterapia y psicoterapia. El primero tiene que ver con pastillas y, el segundo, con terapia cognitivo conductual. Este último es específico para el trastorno de ansiedad y consiste en enseñarle al paciente una serie de habilidades mentales para manejar sus emociones.

“El primer objetivo es que el paciente reconozca su estado ansioso y luego sepa manejarlo, a través del manejo de sus emociones. Debe aprender a bloquear ese tipo de pensamientos que se denominan pensamientos parásitos o rumiantes, porque aparecen constantemente. Ahí es donde se genera el miedo, viene la incertidumbre. Lo que el ansioso le teme es a eso, a qué es lo que va a pasar”, indica el psiquiatra. Afirma que “no se consigue un éxito en el tratamiento solo con un componente, tienen que ser ambos”.

En la psiquiatría se reconoce que todas las personas en algún momento de su vida, o en varios, sufren de ansiedad. Y es que existe la ansiedad normal, que es necesaria, porque el ser humano, de acuerdo a las situaciones que se le presentan en su cotidianidad, necesita de un estado de alerta para reaccionar frente a algún evento que puede atentar contra su vida. La ansiedad patológica, en cambio, es la que se reconoce como un trastorno que debe ser tratado en la medicina.

Claudia vive una vida casi normal. Quien la conoce no pensaría que padece de un trastorno. Ella le atribuye esta condición de tranquilidad a los medicamentos que consume. Aunque no hace psicoterapia, ya reconoce su comportamiento cuando no ingiere sus pastillas. Sabe que no puede dejar los psicotrópicos y que la ansiedad probablemente la acompañe por muchos años más.

Este texto se elaboró en el marco de la Maestría en Comunicación Periodística UEB-UNESCO.

Leave a Reply