Cien semillas rubias de maíz viajaron de México a Santa Cruz en septiembre de 2012. El vuelo en el que las embarcaron no fue en clase ejecutiva, ni con azafatas privadas. Fue sin valijas y sin boleto de retorno.
Las cien semillas vinieron en al área de carga en bolsas de papel madera de 30 centímetros de ancho. Cincuenta hembras en una bolsa y cincuenta machos en otra. Nadie les prestó atención especial. Nadie sabía que el contenido de esas bolsitas -en una sola década de viajes anuales sin retorno-, eran parte de un proceso que cambió la vida de todo un pueblo: Mairana.
Las rubias –de la variedad de maíz amarillo QPM (alta calidad de proteína, por sus siglas en inglés)– llegaron desde el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt-México) hasta la unidad de investigación del Centro de Investigación Agrícola Tropical (CIAT) de Mairana.
Su misión, al igual que otras generaciones de semillas: potenciar la producción de maíz de Mairana y de Bolivia.
En medio de surcos de maíz, enfundado en un pantalón vaquero, botines, una camisa con rayas verticales y una gorra, Edgar Orquera –responsable de la unidad de investigación del maíz en el CIAT– explica que estos rubios y rubias del tamaño de la uña de un dedo meñique revolucionan la producción maicera del país. Cada año llegan viajeros desde el Cimmyt, en bolsitas de papel, con más potencia productiva y nutritiva.
A tres kilómetros de la urbe mairaneña, Orquera realiza su labor de investigación y desarrollo de variedades en lo que él llama su laboratorio a campo abierto. Está a 1.600 metros sobre el nivel del mar. Está en la 3ª sección de la provincia Florida, situada a 137 kilómetros al suroeste cruceño.
Mientras avanza sobre una alfombra de pasto y chalas secas, el especialista deja ver que en esos surcos de mejoramiento y multiplicación de variedades de semillas de maíz está el secreto mejor guardado de la alta producción.
De cada parcela de 500 y 1.000 metros cuadrados nacen plantas que alcanzan los 2,50 metros que son medio metro más grandes que las normales. Son resistentes a la sequía y excesiva humedad. Los hijos rubios incrustados en las mazorcas tienen mayor potencial nutritivo para el consumo humano y animal.
Otra de los secretos es que por cada hectárea se cosecha siete toneladas. Las semillas normales producen entre tres y cuatro.
Al detenerse en medio de su laboratorio a cielo abierto, toma una de las plantas en plena floración para dar a conocer que, antes de llegar a la madurez plena -dura 150 días-, tuvieron su ‘danza del amor’ por diez días.
En ese tiempo, la naturaleza hace su trabajo silencioso. El viento mece las plantas empujando un millón de granos de polen de la flor macho (panoja) -situada en la punta de la planta- a dar su salto de fe para cerrar el ciclo de la polinización.
Los machos deben caer justo en la flor femenina (estigma) ubicada en la punta de cada mazorca en forma de cabellos dorados unas veces y rojizos otras.
– La ventaja de la planta de maíz es que tiene los dos sexos pero en forma separada. La panoja está en la punta de la planta y el estigma en la punta de la mazorca, afirma Orquera.
Los granos de polen que no logran polinizar mueren en el intento con un aterrizaje en el vacío. Cada estigma o cabello fertiliza un polen y eso significa el nacimiento de un grano de maíz más nutritivo que las semillas convencionales.
Mairana es un valle escondido y allí, según el INE, habitan 8.851 almas. Los pobladores están felices porque la investigación hizo posible que los productores del grano amarillo –que en su mayoría son también avicultores– palpen el milagro del aumento de la cosecha de 60 (3 toneladas) a 140 quintales (7 toneladas) por cada hectárea.
– El maíz lo es todo, es parte de la vida de los pobladores de Mairana. La alimentación base del pequeño productor del chaco y del valle era, es y va a seguir a base de maíz. Si hablamos de los animales, el 60 y 65% de su alimentación es en base a maíz. Esa es la importancia, remarca Orquera.
De hecho, los mairaneños lo comen en choclo, en mote, en tostado, en sopa, en tamal. Lo comen en todas las formas imaginadas y por imaginar. Los granos de maíz amarillo lechosos también son usados para alimento balanceado en la cría de chanchos y de vacas lecheras.
Orquera explica que la variedad de maíz QPM mejora todo porque tiene incorporado en sus genes los aminoácidos lisina y triptófano reforzados, considerados esenciales para la nutrición humana y animal.
Y ahora, con mayor producción, los agricultores se dan el lujo de proveer el producto a la Compañía Maicera S.A. (Comasa) que produce harina de maíz integral y otros subproductos para todo el país.
El 80% (19.200 toneladas) de toda la producción de maíz de la zona (unas 24.0000 toneladas) va a la producción avícola y de cerdo, y el 20% va a Comasa, que transforma el maíz en harina para consumo humano.
– Lo que se tiene que hacer es aumentar en rendimiento y ese es el trabajo que venimos realizando como CIAT. Que el productor siembre menor superficie, saque un buen rendimiento, cubra sus costos y tenga una ganancia aceptable.
Esa es la proyección que hace el Orquera a quien seguimos en los campos y luego en su oficina.
Avicultores buscan más alimento
Después de despachar a cuatro clientes de su veterinaria, la presidenta de la Asociación de Pollos Parrilleros de Mairana, Marineli Rosales, hace notar que si bien las nuevas variedades del maíz son una bendición para el aumento en valor nutritivo para el alimento balanceado de los pollos, no es suficiente.
Ella es consciente de que cada año la debilidad de la zona se hace evidente en el periodo marzo-diciembre. No hay alimento suficiente para llenar el buche de los tres millones de pollos que producen en la zona cada dos meses.
Los 220 avicultores de la región apenas logran cubrir un 40% de sus requerimientos con el maíz local. El resto lo compran en el mercado citadino.
– Todos los avicultores tienen sus maizales. Lo que ha ayudado bastante son las semillas mejoradas de maíz. Antes, de una hectárea se alzaba 40 quintales, ahora podemos alzar hasta 150. Después, de lo que vamos a sufrir es por la cantidad de tierra, no tenemos suficiente.
Con tono preocupado, Rosales también habla de que si no llueve en los próximos días, las pérdidas del grano dorado golpearán la billetera de los productores.
Un mairaneño hasta las cachas
Con la mirada atenta a todo movimiento y ruido de la carretera principal del pueblo, Bertino Rocha no hace ningún esfuerzo por levantar su octogenaria humanidad de su sillón metálico. Y mientras hace su ejercicio diario de observación, afirma:
– ¡Soy mairaneño hasta las cachas y una vez incluso fui alcalde interino!
Su gorra blanca cubre parte de su pelo de igual color y de su rostro, cuya piel refleja las huellas de varios inviernos vividos. Su camisa la trae remangada hasta los codos, al igual que su pantalón hasta sus canillas. Sus abarcas negras dejan ver sus pies de hombre de campo.
Él es presidente de la asociación de regantes y afirma que también es el impulsor de la nueva represa que se construye en la zona para beneficiar a los agricultores.
– Antes sembrábamos solo maíz blanco y sacábamos unos 50 y 80 quintales nomás. Gracias al CIAT se ha avanzado en el cultivo del maíz, que es un cultivo básico. Se usa 20 kilos para sembrar en una hectárea. El que tiene maíz tiene pollo, tiene chancho, tiene piroca (gallina cuello desnudo) y hace ensilaje (proceso de conservación del forraje).
Cada año, según el reporte del CIAT, llegan viajeros amarillos para ser sometidos a pruebas, mejorados y adaptados a las condiciones geográficas y climáticas de Bolivia.
Una muestra de ello es que las semillas rubias enviadas desde México hasta Mairana en septiembre de 2012 ya están en su tercera evaluación. Ahora son plantas de porte promedio que miden entre 2 y 2,50 metros de altura.
Con sus 25 años de experiencia en investigación de variedades de maíz, Orquera hace un escaneo visual a cada una de las esbeltas plantas que lo pasan en tamaño para obtener información valiosa en cuestión de segundos.
Mientras contempla las parcelas distribuidas en una superficie de 1.000 metros cuadrados cada una, lanza la noticia:
– Después de un proceso de pruebas de cuatro años la nueva semilla reforzada QPM, al igual que todas las variedades lanzadas, será puesta a disposición de los productores.
Lo que detalla es que ya se hicieron tres pruebas en diferentes zonas. El 2017, si todo sale bien, los hombres de campo de la zona y de Bolivia tendrán a su disposición una nueva generación de maíz QPM más tolerante a la sequía y a la excesiva humedad.
Otra virtud que sale a relucir es que la variedad de maíz QPM tiene un 90% de proteínas, casi igual a la leche. En otros países la conocen como maíz de leche. Tiene buena adaptación, especialmente en las zonas del Chaco, valles cruceños, Saavedra, Cañada Larga y en San Pedro.
En 2008, el CIAT, desde Mairana, liberó la variedad de maíz QPM 1 y, el 2014, liberó otra con el nombre de Guapurú-F1. Ambas están en los campos de cultivo con un alto rendimiento.
A la par del desarrollo del maíz, en ese valle protegido por una fortaleza de gigantescas montañas, sus pobladores también desarrollaron la marca propia del pollo parrillero mairaneño, por su color, sabor y volumen. Para los avicultores de esa zona, el cultivo del maíz es tan vital como el aire que respiran.
Pero las expectativas de aumentar su producción se ven amenazadas por un detalle: la falta de tierra.
Los agricultores ocupan 10.000 hectáreas y ya no hay más posibilidades de expansión de la frontera agrícola.
De ese total, unas 8.000 hectáreas son de cultivos de maíz. El maíz se cultiva de maneras que asemejan deportes extremos en campos ‘colgados’ de las montañas.
En total, en las tres provincias de los valles cruceños (Florida, Caballero y Vallegrande) hay unas 20.000 hectáreas de maíz.
Para Edgar Orquera, de ahora en más, el desafío es aumentar la productividad por hectárea, impulsada por las investigaciones del CIAT en alianza con el Cimmyt-México.
El experto del valle de los pollos
“¡Buen día, soy Milán Rosales!”, fue el saludo cordial de uno de los avicultores más antiguos de la tierra del pollo y del maíz. Rosales tiene doce hectáreas con una granja, un molino y maizales.
Extiende su mano curtida por la avicultura y agricultura, a las que se dedica desde sus 13 años y dice: “Yo estoy en mi camioneta, síganme para ir a la granja”.
Por un camino de tierra, separado de la carretera principal, comenzó el recorrido.
Rosales se da un paseo por uno de sus galpones donde hay miles de pollitos. El pío pío individual puede parecer dulce, pero la sinfonía de miles taladra los oídos de cualquiera.
Rosales no se inmuta, se para en el ingreso principal de uno de sus 16 galpones, sin preocuparse de que sus abarcas negras se embarren.
A sus 67 años cuenta que es feliz y se considera un experto en la crianza de pollos mairaneños.
Es dueño de la granja Urkupiña, donde acomoda entre 6.500 y 7.000 pollitos BB en cada uno de sus galpones. Cada 70 días tiene listos 100.000 pollos parrilleros de más de 3 kilos para la venta.
Reconoce que la cosecha de sus maizales no le alcanza para llenarles el buche a las 100.000 aves que cría y que comercializa cada 70 días. Pero aun así dice:
– ¡Uhhh!!!, harto nos han ayudado las variedades de maíz del CIAT. Gracias a eso, tenemos mayor producción y más calidad. Le digo que el maíz de Mairana es pura calidad. Al menos cuando llueve, es mejor que el maíz que traemos de Santa Cruz. Aquí puedo producir entre 800 y 1.000 quintales. Para mis pollitos necesitamos 6.000 quintales. Entonces, para que alcance, tenemos que comprar sí o sí 5.000 quintales más.
Expertos, alcalde, polleros, criadores de chanchos y de vacas sufren al ver que no ha llovido en los últimos días. Todos saben que eso significa perdidas de maíz y la falta de maíz es falta de alimento para todos. Pero al final del viaje a este valle y, como en complicidad con los productores, las gotas de lluvia comienzan a caer. Los productores sonríen felices, sin miedo a mojar sus abarcas: el maíz tuvo el aguacero que necesitaba.
Esta crónica se elaboró en el marco de la Maestría en Comunicación Periodística UEB-UNESCO.