Por Josué Daniel Hinojosa Toro
Hace dos minutos terminó el partido entre Blooming y Oriente Petrolero. Los celestes ganaron por 2-1.
– Es la victoria número 47 de Blooming sobre Oriente desde el inicio de la Liga profesional en 1977, pero le falta harto todavía, porque Oriente le ganó 70 y 52 veces empataron – afirma Alejandro Watara Soto desde su escritorio repleto de hojas cuadriculadas escritas a mano. Es 26 de abril de 2015, y este hombre de 60 años, que trabaja como periodista del área de deportes del diario El Día, sonríe de oreja a oreja porque sabe que mañana publicará una nueva cifra que ningún otro comunicador de la misma área tendrá. Es que Alejandro ha dedicado los últimos 30 años de su vida a recopilar las secciones deportivas de los periódicos y ha fabricado, a mano, un registro histórico sobre el fútbol boliviano. “Cuando Fox Sport (el medio deportivo más importante del mundo) quería datos sobre Bolivia, fue a buscarme a mi casa, en el Plan 3000″, dice.
El paso de los años está marcado en su apariencia física, en su rostro y en muchos de sus cabellos. Pero a pesar de ello, don Alejandro es alto, delgado -al mismo tiempo generoso de estómago-, usa barba y tiene esa voz original de beniano antiguo que, antes de dar cualquier respuesta, repite uno de sus cientos de dichos caracterizados por la rima típica de su amado San Pedro Nuevo, un pueblo ubicado a 60 kilómetros de Trinidad y actualmente conformado por no más de 20 familias.
Nunca fue futbolista, pero este deporte, en muchos casos, tiene más peso en sus decisiones que su propia esposa y sus dos hijos. Él trabaja en El Día hace 18 años y ocupa la mitad de todas sus vacaciones -de 40 días aproximadamente- en visitar la Hemeroteca Municipal para consultar registros deportivos de la década de los 50′, porque es lo único que le falta para comenzar a armar su segundo libro sobre la historia del fútbol cruceño.
- ¿Por qué tanto fanatismo, pues, don Watara? – le pregunta uno de sus colegas más jóvenes en la sala de redacción – ¡Carajo! Cuando yo ya no esté, vas a ver… – responde este hombre que ya ingresó a la tercera edad y que hace tres años le descubrieron cáncer en la zona lateral del cráneo.
Ese fue el peor golpe para don Alejandro. Antes de eso, vivía como un adolescente futbolero. Aunque ese espíritu juvenil lo tuvo siempre. El hecho de ingresar a la universidad a los 40 años lo comprueba.
«Yo tuve una infancia complicada por motivos económicos, trabajé desde que era niño y recién logré salir bachiller a mis 23 años. Nunca conté con el apoyo de mis padres porque eran bien pobres. Después me fui a buscar mejor vida a Santa Cruz», recuerda Alejandro, quien a esa edad trabajaba como ayudante de albañil, como carpidor de lotes y como librecambista, pero nunca pensó llegar a trabajar en una sala de redacción ni identificarse con un credencial de prensa -debe ser por eso que siempre lo lleva colgado en el cuello y con mucho orgullo, aunque algunos de sus colegas le digan que eso ya es cosa del pasado y que solo los perros llevan collar-.
– Una vez un amigo que también cambiaba billetes me dice: Alejandro, vos sos inteligente, ¿por qué no estudiás? Y yo me reí, porque ya iba a cumplir 40 años – recuerda en medio de sonrisas.
Pero ese hombre tenía razón. Porque Alejandro analizó la idea de inscribirse a la prueba que en aquel entonces la denominaban «los pre-universitarios» (hoy llamada prueba de suficiencia académica PSA), se animó, se inscribió y aprobó. Y ese fue el comienzo de una nueva etapa de su vida. Don Alejandro, que ya tenía 40 años y una esposa gestante, no dudó en elegir Comunicación Social para llegar a ser algún día un destacado periodista deportivo. «Yo empecé a estudiar, pero ya hacía mucho tiempo atrás iba anotando cada partido (de la Liga) que se jugaba», rememora.
Han pasado 20 años. Ahora don Alejandro está sentado frente a su computadora y en plena pelea ante al Twitter y el Whatsapp, herramientas a las que aún le cuesta adaptarse, pero no tanto como le costó aprender a utilizar el internet allá por el 2001, cuando la empresa obligó a sus periodistas a ingresar a la onda cibernética.
Su escritorio es el más cargado de toda la sala de redacción. Aquí descansan decenas de cuadernos empastados y llenados a pulso que, con algo de exageración, datan de la época cuando los semáforos eran en blanco y negro. Pero él aún los conserva, y con mucho recelo, porque la información ahí registrada fue la clave para armar su primer libro denominado «Los 60 años de Blooming», que se publicó en 2006.
Ahora don Alejandro ruega para que la muerte no se le adelante por lo menos en los próximos siete años, tiempo en el que Oriente y Blooming se enfrentarán 30 veces más y llegarán a su partido número 200 en la historia de la Liga boliviana. Ese es uno de los anhelos de este hombre: publicar una separata especial de unas 32 páginas en la que se detalle cada uno de cotejos jugados entre los dos grandes clubes de Santa Cruz, desde el primero en 1977, hasta el último en 2022.
Pero todo dependerá de su estado de salud, porque el pasado 28 de marzo, un día antes de las elecciones subnacionales, don Alejandro sufrió una descompensación en pleno laburo y fue llevado de emergencia a la clínica que asegura a los trabajadores de la empresa. A las 48 horas le dieron el alta médica, pero bajo estrictas condiciones en su alimentación. Para él ya no es lo mismo el festejo del cumpleaños de algún colega ni el agasajo por el día del trabajador, porque el médico le dijo que la Coca Cola, la carne, los condimentos, el alcohol y, sobre todo, los cigarrillos son «venenos» para su salud.